La
mejor y más planificada de las dietas puede malograrse
por algo tan aparentemente simple como elegir un método
erróneo de preparación culinaria.
No basta con
escoger los alimentos más beneficiosos para la salud. Resulta
que las cualidades de las verduras, que junto con las frutas son
los productos estrella de la denominada dieta mediterránea,
el paradigma de la nutrición saludable, se pueden “ahogar”
en el agua de cocción cuando se hierven en una cazuela
o se cuecen en una olla a presión.
Un estudio español ha concluido que llevarlas a ebullición, una de las formas más populares de prepararlas, conlleva una pérdida importante de su contenido de vitaminas y otros antioxidantes, cuyo consumo frecuente se asocia a la prevención de enfermedades cardiovasculares, neurodegenerativas y de varios tumores.
Un estudio español ha concluido que llevarlas a ebullición, una de las formas más populares de prepararlas, conlleva una pérdida importante de su contenido de vitaminas y otros antioxidantes, cuyo consumo frecuente se asocia a la prevención de enfermedades cardiovasculares, neurodegenerativas y de varios tumores.
Cuando la
temperatura del agua sube de 100º merma el potencial de estas
sustancias en hasta más de un 50% el potencial de estas
sustancias. El deterioro es completo en compuestos como los flavonoides,
de moda por sus bondades para el organismo humano.
Un total de
20 verduras y hortalizas de uso común han sido sometidas
a un barrido culinario para determinar cuál de los seis
procedimientos de preparación casera más habituales,
el hervido, la olla a presión, la plancha, la fritura en
aceite, el horneado o el microondas, es el más adecuado
para cada tipo de vegetal.
Las conclusiones
de su que hacer “científico culinario” se publico
en la revista 'Journal of Food Science' y dejan claro que a la
hora de cocinar hortalizas no sólo es importante tener
en cuenta su aspecto y sabor finales, sino también qué
ocurre con su contenido nutricional. En función del tipo
de producto, no todos los métodos de cocción son
iguales. «La mayoría de las verduras se consumen
cocinadas, así que, desde un punto de vista práctico,
nos preocupaba saber si después de someterlas a los procedimientos
domésticos habituales quedaba algo de sus antioxidantes
o si sólo estábamos consumiendo calorías»,
explica María Antonia Murcia, profesora titular del área
de Nutrición y Bromatología de la Universidad de
Murcia y una de las autoras de la investigación.
Las frutas
y las verduras figuran entre los productos de la dieta con mayor
capacidad para neutralizar los radicales libres, unos subproductos
que se forman durante las reacciones normales de nuestro organismo
cuya acción se asocia al proceso de envejecimiento y a
una serie de enfermedades, como las cardiovasculares, neurodegenerativas
e, incluso, a un mayor riesgo de desarrollar ciertos tumores.
Para contrarrestarlos
disponemos de los antioxidantes internos, pero también
de los que tomamos con los alimentos, entre los que se encuentran
vitaminas, minerales y otros compuestos como los flavonoides.
Frutas y verduras son unas de las viandas con mayor contenido
en estas sustancias.
Su consumo
elevado se ha asociado a un menor riesgo de cáncer, un
tipo de hallazgos que ha servido de base para que los expertos
en nutrición aconsejen consumir cada jornada dos raciones
de verduras y hortalizas y tres de fruta.
Eso sí,
en el caso de las primeras, al menos una de ellas, en crudo. Porque,
como puntualiza Ana Bach, coordinadora científica de la
Fundación Dieta Mediterránea, «desde la recolección
se produce un deterioro en su contenido de antioxidantes».
Ya se sabía
que el calor tenía un efecto deletéreo sobre estos
compuestos y que algunas vitaminas se degradaban en el agua de
cocción. Pero quedaba por determinar cuál era el
método culinario más idóneo en función
de cada vegetal, teniendo en cuenta que su contenido en antioxidantes
varía de uno a otro y que sus diferencias estructurales
podían hacerlos más o menos vulnerables.
Cada una de
las muestras de los distintos vegetales se sumergió en
agua en ebullición, se coció en una olla a presión,
se asó a la plancha, se frió en una sartén
con aceite y se calentó en un horno convencional y también
en un microondas.
Después se dejaron enfriar y se congelaron a menos 20º. Posteriormente, se sometieron a distintos ensayos con el fin de medir si habían logrado retener su capacidad antioxidante o, dicho de otro modo, si mantenían su actividad funcional.
Después se dejaron enfriar y se congelaron a menos 20º. Posteriormente, se sometieron a distintos ensayos con el fin de medir si habían logrado retener su capacidad antioxidante o, dicho de otro modo, si mantenían su actividad funcional.
Los resultados
muestran qué vegetales resisten mejor y cuáles son
más vulnerables a los efectos de cada uno de los métodos
culinarios empleados. La alcachofa o alcaucil fue el único
producto que mantuvo una elevada actividad antioxidante en todos
los procedimientos de cocinado. La remolacha, las judías
verdes y el ajo preservaron igualmente su actividad en la mayoría
de los tratamientos.
Sin embargo,
se observaron pérdidas importantes en productos como la
coliflor, cuando se sometía a ebullición y al microondas,
y al hervir las arvejas o guisantes. Algunos antioxidantes concretos
vieron mermada su actividad en más del 50%.
Los tratamientos culinarios que se asociaron a mayores pérdidas son la ebullición y cocinar a presión; en cambio, la plancha, el microondas y el horno resultaron menos agresivos, mientras la fritura se situó en una posición intermedia.
Los tratamientos culinarios que se asociaron a mayores pérdidas son la ebullición y cocinar a presión; en cambio, la plancha, el microondas y el horno resultaron menos agresivos, mientras la fritura se situó en una posición intermedia.
Igualmente
no conviene generalizar. Unas verduras preservan mejor sus propiedades
con un método concreto, pero ese mismo perjudica el contenido
nutricional de otras. Un ejemplo: si bien el microondas resultó
el sistema menos lesivo para la mayoría de los alimentos,
el maíz fue la excepción, ya que perdió el
35% de su potencial de contrarrestar los radicales libres.
Paradójicamente,
algunas verduras mostraron una mayor capacidad antioxidante después
de cocinarse. Es lo que ocurrió con el apio cuando se sometía
a todos los procesos (salvo al de ebullición), con los
espárragos cuando se hervían y con las berenjenas
al freírlas
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