Los productos light han irrumpido en los supermercados de una forma escandalosa.
Hace unos años ni se conocían; ahora forman parte indispensable de nuestras vidas y de nuestra cocina. Sin embargo, no son milagrosos y deben ser acompañados de una buena dieta.
Cada día la televisión bombardea a los consumidores ofreciendo una enorme cantidad de productos bajos en calorías, denominados light. La influencia de la sociedad, notablemente preocupada por el mantenimiento de la silueta y por la posibilidad de llevar un alimentación sana, es la culpable de este aumento de la oferta “ligera”.
Lo malo de esta especie de boom es que puede provocar una cierta confusión en el consumidor. Lo primero que éste debe tener muy claro es qué es exactamente un alimento light. Los productos así llamados son bajos en calorías porque han sido desgrasados o porque se les ha reducido o quitado una cantidad de azúcares. Es decir, han sufrido una reducción o sustitución de algunos de los componentes de los productos tradicionales para conseguir que tengan un menor aporte calórico.

La principal ventaja de los ligeros es que ayudan a moderar el consumo de energía. Su principal inconveniente es que veces a cuentan con demasiados aditivos. Esta idea poco tiene que ver con la de alimento saludable que muchas veces se trata de asociar con los productos bajos en grasas.
Lo que es innegable es que estos artículos contribuyen a llevar una alimentación más variada a aquellos que, por razones de estética, se ponen a dieta. Del mismo modo, permite comer determinados alimentos a personas que, por problemas de salud, no podrían probarlos.

Por eso es importante leer con atención las etiquetas de los envases, a pesar de que a veces parezcan jeroglíficos. Y es que es verdaderamente necesario saber cuál es la razón de que el producto sea light. Es decir, qué nutrientes son ligeros, cuánta grasa llevan y de qué tipo es. A veces un alimento se califica como bajo en calorías debido a la disminución de uno solo de los nutrientes. Es esencial saber cuál o cuáles son, para indicar si es adecuado o no a cada tipo de dieta.
Respecto a la calidad de los alimentos hay que tener en cuenta que, en muchas ocasiones, en los procesos industriales para obtener estos productos se pierden ciertos nutrientes, sobre todo aquellos que se relacionan con las grasas. Esa es la razón de que, con frecuencia, se añadan algunas vitaminas y minerales.
En general no se puede decir que el consumo de lights sea ni bueno ni malo; simplemente hay que tener cuidado de lo que se come, leer las etiquetas con atención y, por supuesto, no dejar de ingerir productos naturales. Es decir, lo mejor es tratar de combinar de una manera lógica ambos tipos de alimentos.

Sin embargo, según un estudio realizado por la Unión de Consumidores de España (UCE), el grado de cumplimiento de este acuerdo es más bien desolador. Y es que el informe afirma que sólo dos de los 14 productos que esta asociación examinó cumplían la normativa española de la CIOA sobre productos denominados ligeros.
Bebidas refrescantes, salsas de mesa como tomate o mahonesa, derivados cárnicos, platos preparados, conservas de pescado, mermeladas y productos lácteos (helados, mantequilla y queso) son los diferentes tipos de productos que ha examinado la UCE. En muchos de los casos estudiados el problema es, sencillamente, que se trata de un producto distinto y no del mismo, pero bajo en calorías. Es decir, la composición del mismo es completamente distinta. Otro truco más que habitual es el de disminuir la ración de comida. El resultado es evidente: menos peso, menos calorías, pero más engaño.

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