Él sabe todo; que va a engordar, que le van a subir los triglicéridos, el colesterol, la presión arterial, y que estos alimentos le tapan las arterias coronarias y que su riesgo de infarto se incrementa enormemente, pero el deseo que lo induce a comer, es más fuerte que el miedo a la muerte.
Esta persona es un adicto, pues hace cosas que no quiere y que le hacen daño, impulsado por fuerzas que no puede controlar. En el cerebro existe una sustancia o neurotransmisor antidepresivo denominado serotonina. Sus niveles elevados, confieren una sensación de placer y bienestar y disminuyen el deseo de comer harinas o dulces. En tanto que sus niveles disminuidos ocasionan angustia, tristeza y un deseo mayor de comer dulces o harinas.
Al comer un pan, un dulcecito o un chocolate, se produce una rápida elevación de los niveles de la serotonina cerebral. Por este mecanismo, la tristeza que producen los niveles bajos de serotonina se tornan en alegría después de comer un dulcecito o un chocolate por la elevación de serotonina que estos alimentos inducen en el cerebro.
La producción de serotonina se encuentra bajo el control de la luz solar. Es elaborada por una glándula que está dentro del cerebro, denominada glándula pineal o "tercer ojo", la cual se activa al anochecer y va disminuyendo su producción durante la claridad.
Al amanecer entonces la serotonina se encuentra muy elevada y por esta razón al despertar estamos tranquilos y no nos apetece un plato de espaguetis ni un dulce ni tampoco un helado; pero a lo largo del día la serotonina desciende y a las cuatro de la tarde suele presentar un descenso brusco.
A partir de este momento, la persona puede sentir más angustia, tristeza y nerviosismo, a la par que si en este momento se le presenta una galletita, un pan o unas papitas, los bajos niveles de serotonina incrementan su atracción hacia estos alimentos. Por esto y aún sin tener hambre, la persona se lleva la galletita o el panecito a la boca.
La elevación de la serotonina que se produce después de comer el dulcecito confiere placer y alegría. Sin embargo una vez que la serotonina está elevada, la persona no entiende "por qué se la comió", pero ya es tarde, y solo queda la culpa.
Al despertar al día siguiente, la serotonina otra vez se encuentra elevada, entonces la persona se imagina, que en la tarde no va a sentir deseos de comer un pan o un dulcecito. Pero, una cosa es lo que piensa en la mañana cuando la serotonina se encuentra elevada, y otra cuando en las horas vespertinas la serotonina desciende, y así el deseo de comer panecitos o dulcecitos se hace irrefrenable.
Cuando en la dieta se omiten los alimentos que mantienen altos los niveles de serotonina como los chocolates, las harinas, los panes, la pasta y el arroz, el descenso vespertino de la serotonina se hace cada día más pronunciado. Esto ocasiona al atardecer un progresivo incremento de la angustia y la tristeza a la par que el deseo de comer harinas al atardecer también se va exacerbando.
Los deseos de comer harinas y chocolates se hacen cada vez más irresistibles, hasta que llega un día que aún sin ver un chocolate, la persona sale a buscarlo. Ese día comienza a comer compulsivamente no un dulce, sino una gran cantidad, al igual que un drogadicto o un alcohólico con "síndrome de abstinencia".
Obviamente las dietas que omiten las harinas y dulces casi por completo, no sirven para ser delgado, pues además de favorecer una rápida recuperación del peso, por al agotamiento de las reservas de azúcar y el descenso metabólico que producen, también hacen que el paciente se vuelva aun más adicto que antes de haber hincado la dieta. Termina, comiendo en forma desaforada pan, pastas, arepas , dulces y chocolates y engorda de nuevo aceleradamente.
Para evitar este tipo de fracaso, la dieta no solo debe garantizar la energía física y evitar el hambre, sino que además tiene que incluir ciertos alimentos que mantengan la serotonina elevada a lo largo del día. De esta manera en vez de aumentar, disminuirá la atracción hacia las harinas.
A igualdad de calorías, la capacidad de saciar de los distintos alimentos no es la misma; si escogemos los que más sacian, la ingesta total de calorías será menor.
Mucha gente piensa que la capacidad de saciar de los alimentos es relación directa de su contenido en calorías, y que por ello es indiferente comer uno u otro porque los que menos engordan sacian menos y comeremos más cantidad de ellos, hasta consumir una cantidad similar de calorías.
Sin embargo, recientes investigaciones indican lo contrario: a igualdad de calorías ingeridas, unos alimentos sacian más que otros. De esto se deduce que hay alimentos poco convenientes para mantener la línea, pues sacian menos. Con ellos, tenderemos a ingerir más calorías, pues en general comemos hasta alcanzar un determinado nivel de saciedad.
En un experimento, diversas personas de ambos sexos tomaron la misma cantidad de calorías de distintos alimentos, y se valoró a continuación cada 15 minutos la sensación de saciedad que experimentaban. Se comprobó así que los alimentos que más sacian (recordemos, a igualdad de calorías) son aquellos ricos en proteínas (pescado, carne, legumbres). A continuación, también con una alta capacidad de saciar, los abundantes en fibra, hidratos y agua: frutas, verduras, arroz, pasta y pan. Por último, los que menos sacian son los ricos en grasas: bollería, galletas y similares.
De lo anterior podemos sacar importantes enseñanzas prácticas en orden a mantener la línea, pues parece evidente que, respetando siempre la necesaria variedad alimenticia que nos garantice una nutrición saludable, es preferible consumir más proteínas, fibra e hidratos y menos grasas, pues aquellos nos saciarán más y al final tomaremos menos calorías.

Los granos de café de América Central son más ligeros, y de sabor más suaves que los café de Indonesia. El Café arábica de los países de América Central, cultivados a gran altura, son muy equilibrados en cuanto al cuerpo y sabor
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Mascarilla de pepino y perejil: 5 cucharadas de pepino licuado, 5 cucharadas de perejil machacado, 5 cucharadas de aceite de ajonjolí o aceite de germen de trigo. Ponga en un frasco de vidrio y cierre bien. Guarde en lugar oscuro por unos días y luego aplíqueselo en compresas por 20 minutos a las manchas. Lávese.
Casi todas las personas experimentan ansiedad en sus vidas, por lo general en forma temporal y ligada a eventos como conflictos familiares o del trabajo, problemas financieros y muchos otros. Cuando el evento se resuelve, los problemas de ansiedad se van con ello.
Ciertos componentes de los alimentos desempeñan una labor específica en el funcionamiento del cerebro y de las neuronas (células especializadas del sistema nervioso que producen y trasmiten el impulso nervioso) y el cerebro los requiere en buena cantidad, dado que alberga más del 90% de las neuronas del cuerpo.
La serotonina, también llamada hormona del humor, es un neurotransmisor (mensajero químico) relacionado con el sueño saludable, el estado de ánimo y el buen humor, y su concentración en el cerebro es directamente proporcional a la concentración de triptófano en el plasma y el cerebro. Los neurotransmisores son compuestos químicos que producen excitación entre las neuronas, lo que hace que éstas se comuniquen entre sí y trasmitan los mensajes. Diversas investigaciones han confirmado que la serotonina es muy abundante en los lugares del cerebro que dirigen el estado de ánimo y el afecto, y por tanto, los cambios en los niveles de serotonina afectan al ánimo. Esta sustancia también actúa como el reloj interno de nuestro cuerpo, y determina nuestros ciclos de sueño y de vigilia.
Las células cerebrales utilizan hierro para su funcionamiento normal a cualquier edad y este mineral interviene en la función y síntesis de neurotransmisores. Por ello, la deficiencia en hierro se relaciona con menor capacidad de concentración, de atención y de memoria y menor rendimiento escolar o laboral.