martes, 12 de abril de 2011

El control de las golosinas

La sociedad en general empuja hacia una actitud que privilegia el placer y el consumo por sobre la salud. Esto ha llevado a que la golosina pase de ser un alimento consumido en ocasiones o lugares especiales, a un alimento de consumo habitual o diario.
 
El mundo de la golosina engloba un sinfín de alimentos de pequeños tamaños, elaborados industrialmente a base de azúcar, y del que forman parte de su composición una variedad amplísima de ingredientes y aditivos, saborizantes, colorantes o emulsionantes. Los niños son los destinatarios principales de la mayoría de estos productos.

Europea, EEUU y Venezuela, han supuesto la prohibición de determinadas golosinas, pone de manifiesto de que, además de contener en algunos casos sustancias prohibidas o estar inadecuadamente etiquetados, adolecen de «ilegalidad» por su falta de seguridad para los niños. En estos supuestos, una interpretación amplia de las normas de seguridad alimentaria y las de consumo, pueden determinar la prohibición de una golosina por su potencial peligro, aunque su comercialización estuviera con anterioridad permitida. 

Contenidos poco dulces
El etiquetado de seguridad del envoltorio de muchas golosinas acostumbra a ser insuficiente para prevenir riesgos en los más pequeños. En marzo de 2004, la Comisión Europea prohibió la comercialización de unas golosinas elaboradas a partir de gelatina. La razón de tan drástica medida se debió, por un lado, al riesgo potencial de que las citadas golosinas pudieran provocar la asfixia de los niños, atendiendo a su tamaño, forma y consistencia; y por otro, a la prohibición de determinadas sustancias presentes en el producto final (aditivos que estaban prohibidos en la UE).
En el continente americano, en abril de 2004, tanto en EEUU como en Venezuela, sus autoridades sanitarias se vieron en la obligación de adoptar medidas por la venta de productos potencialmente peligrosos. 

En EEUU, la FDA (la Agencia estadounidense de Alimentos y del Medicamento) emitió un comunicado por el que informaba que los dulces con polvo de chicle y de tamarindo importados desde México presentaban riesgos de contaminación por plomo, aconsejando que los niños evitaran su consumo. Algunos ejemplos de estos productos eran las paletas cubiertas con chicle y mezclas de polvo de sal, limón y condimentos de chicle que se venden como refrigerio. Por otro lado, indicó que las golosinas que contienen tamarindo, una sustancia muy popular en México, podrían contaminarse con plomo si se venden en rústicos envases esmaltados de cerámica que desprenden este metal. 

A fin de evitar las graves consecuencias que se pueden derivar por una ingesta excesiva de plomo, la FDA se puso a disposición de las autoridades mexicanas y de la industria alimentaria para solventar este problema; y apuntó que eran precisos planes para reforzar las medidas legales contra la contaminación de plomo. 

Por su parte, en Venezuela, el Ministerio de Salud y Desarrollo Social procedió a decomisar 25 productos del tipo golosinas por carecer del preceptivo registro sanitario y por incumplir la legalidad vigente, especialmente por lo que respectaba al etiquetado de los productos. La medida se completó con una información adicional a la población para que comprobaran que las golosinas cumplían con las normas obligatorias en materia de etiquetado, que es la primera información que el consumidor puede obtener con respecto al producto que pretende adquirir.
Algunas de estas golosinas eran de origen español, y las faltas detectadas consistían en la omisión de la identificación del importador, del fabricante, de la lista de ingredientes en su etiquetado, e incluso, en la presencia de sustancias no permitidas en aquel Estado.
Las autoridades venezolanas analizan muestras de forma preventiva, y según su resultado, proceder a su destrucción o a la imposición de las multas que correspondan a sus distribuidores. 

Regulando el consumo
La reglamentación técnico-sanitaria que regula la elaboración, circulación y comercialización de caramelos, chicles, confites y golosinas no tiene en cuenta específicamente el hecho evidente de que la mayoría de sus consumidores son niños y niñas de corta edad, y de que los mismos acuden a los puntos de venta para adquirir directamente del comerciante las golosinas que ellos mismos eligen.

Por otro lado, si atendemos a la mayor vulnerabilidad que niños y niñas pueden presentar en caso de una ingesta excesiva de algunos de sus componentes, especialmente aditivos y azúcares, puesta de manifiesto por diferentes estudios científicos.
Podremos observar que la responsabilidad de cumplimentar con todos estos aspectos se trasladan de forma directa al fabricante, que ha de controlar el riesgo que pueda presentar su propio producto con carácter previo a su comercialización e informar adecuadamente al consumidor. 

Del mismo modo, padres, tutores y educadores de los menores tienen su propia parcela de responsabilidad, debiendo informar y formar a éstos sobre una ingesta responsable de golosinas, que sea la más adecuada a su edad, constitución y características fisiológicas, controlando lo que consumen y sus cantidades, a pesar de que los mismos se comercialicen lícitamente. 

Factores que inciden en la adquisición de golosinas
  • Modelos acerca de la alimentación transmitidos por la educación preescolar y escolar
  • Educación nutricional por los equipos de la salud
  • Medios de comunicación
  • Publicidad
  • Educación
  • Percepciones sensoriales
  • Contexto en el que se produce la situación de alimentación
  • Estado de salud
  • Recursos económicos
  • Red social a la que se pertenece
Otros factores importantes en esta evolución son la decreciente disponibilidad de tiempo de la madre para preparar comidas o colaciones y la asistencia del niño a jardín infantil, donde este tipo de alimentos son introducidos en colaciones y celebraciones.
Hoy se valora la autonomía e independencia temprana de los niños, se les da dinero desde pequeños, teniendo la posibilidad de tomar decisiones en su alimentación.

Otro factor cultural que incide en la definición de una dieta saludable es la percepción de la imagen corporal apropiada o saludable. En el caso de los niños pequeños se prefieren los niños "gorditos" como signo de salud o protección frente a eventuales enfermedades. 

Tendencias del mercado
El principal producto demandado son los caramelos, cuya participación en ventas constituye entre un 65% y un 70 %, siendo los de goma los más solicitados, seguidos de los duros clásicos y los balsámicos, situándose en último lugar los de palo. Los chicles, con un porcentaje del 20%-30%, son los segundos productos más demandados, siendo los de mayor venta los denominados «sin azúcar», si bien los «masticables» tienen un mayor nivel de producción. El resto de productos de confitería tan sólo representan un 5%.
Por lo que respecta a las estrategias globales de las multinacionales, se señala que en la actualidad éstas dirigen sus estrategias globales a una producción de líneas sin azúcar, que les permiten un mayor valor añadido, más posibilidades de expansión entre el consumidor adulto y mejores resultados.
La línea que separa el mundo de los niños y el de los adultos por lo que respecta a las golosinas es cada vez más difusa, especialmente por lo que hace referencia a los chicles, que se perciben y comercializan en ocasiones asociados a cierta funcionalidad (higiene bucal, prevención de caries o efecto blanqueador), y que en algunas ocasiones se asocian como instrumentos eficaces para combatir la ansiedad o la sensación de hambre.
No cabe duda, en este sentido, que el consumo de chicle está más asociado con los adultos que el resto de confites y caramelos, que se asocian habitualmente con consumidores infantiles. 

Impacto en la salud
La prevalencia de obesidad infantil se ha duplicado en los últimos 10 años. Es aún discutido el impacto, de las golosinas en la salud de niños y adolescentes.
Existen estudios que avalan la hipótesis de una relación entre el incremento en el consumo de golosinas y colaciones con el aumento en la densidad total de energía consumida, tanto en adultos como en niños. Se propone una conexión entre los patrones de consumo de snacks, el incremento en la densidad de energía de los alimentos consumidos y una alteración de la sensación de saciedad, con un sobreconsumo pasivo de energía y un incremento en la obesidad. Sin embargo, estudios realizados, no logran establecer diferencias en el consumo de golosinas entre obesos y no obesos. Esto puede deberse a las dificultades metodológicas para determinar la ingesta de este tipo de alimentos ya que muchas veces no son reportados.
Comparados con las comidas normales, las golosinas incrementan la densidad energética y la proporción de energía proveniente de la grasa e hidratos de carbono, mientras que son deficientes en otros nutrientes.

Concluyendo, en el consumo de golosinas infantil se da una fuerte tensión entre la industria que las produce y las necesidades nutricionales del niño. Se piensa que se tiene poder de decisión sobre lo que se come o se da a los hijos, sin embargo, es la industria la que está decidiendo en forma significativa qué es lo que quiere vender y su producción está en función de aquello que les genere mayores ganancias. Se ha llegado a la paradoja, en el caso de las golosinas que traen aparejadas un alto costo del envase en comparación con el valor del contenido, que en vez de comprar alimentación se está comprando imagen o entretención.

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